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Historia del cepillo de dientes

Desde tiempos inmemoriales las personas se han preocupado por su limpieza y salud oral. Siempre, en mayor o menor medida, el ser humano ha cuidado su boca y existen muchos indicios que lo demuestran. Hoy nos pararemos a ver la evolución de uno de los objetos que más han aportado a la odontología. Un básico entre los básicos. Imprescindible, en cualquier caso, para tener una buena salud bucodental. Sí, ya os lo imagináis, hablamos del popular cepillo de dientes.

Los orígenes de este utensilio se remontan a la era egipcia, hacia el 3000 a.c. Lo sabemos por diferentes hallazgos en tumbas de la época. Este artilugio tan rudimentario era conocido como palo para masticar y consistía simplemente en una ramita en forma de lápiz con las puntas mordidas.

También en el mundo islámico encontramos antecedentes inmediatos. El conocido miswak, fuente natural de flúor, era una varita de madera extraída del árbol del que recibe su nombre, el arak. Así que, además de limpiar las zonas sucias de la boca, ayudaba a prevenir el deterioro de las piezas.

Aun así, como otros tantos inventos, la aparición del concepto de cepillo de dientes como tal se produce en la China imperial del siglo XV. El mango estaba hecho con huesos o ramas de bambú y las cerdas con el pelaje duro del los jabalíes.

Dos siglos tuvieron que pasar para que esta novedad asiática llegara a Europa. Al principio, no obtuvo un buen recibimiento. Este artículo de lujo, reservado para una élite económica, seguía estando elaborado con crines de caballo. Un pelo duro que irritaba las encías y no era demasiado práctico. Además, durante este tiempo se vino alertando de las posibles enfermedades bucales que podían generar las cerdas animales, pero no fue hasta finales del siglo XIX cuando el Dr. Pasteur lo demostró.

El verdadero cambio llegó con la aparición del nailon en el año 1930. Material que se utilizó para la fabricación de las cerdas del nuevo ‘cepillo milagros’. Más higiénico, resistente, flexible y barato que todos los anteriores. Desde entonces, a excepción del cepillo eléctrico, las variaciones solo se aprecian en la mayor o menor dureza de los filamentos o  en el diseño final del producto. En las últimas décadas no ha sufrido importantes transformaciones. Quién sabe si, con los próximos avances tecnológicos, presenciaremos alguna más sustancial. En cualquier caso, lo que nunca cambia, ahora o hace miles de años, es la importancia de una bonita y sana sonrisa. ¿Por qué cambiar?

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